parque natural roca madre la aventura " crónica"
Parque Natural Roca Madre, la aventura Eran casi las 5:00 de la tarde, llegamos a Tolú Viejo. Mis compañeros y yo muy entusiasmados pero un poco agotados por el día anterior, una maravillosa tarde de sol y playa. Nos encontrábamos en el Parque Natural de Roca Madre, ubicado en Sincelejo, municipio de Sucre, al norte del país. Viaje que había sido programado por la carrera Técnica Profesional en Procesos del Turismo Sostenible de la Universidad Tecnológica de Pereira.
Llegamos al punto de partida para iniciar no solo la caminata, sino también para practicar deporte aventura como: canopy, espeleología, rapel, rafting, canyoning y espeleología. Alrededor se encontraban tres hombres camuflados con sus armas, nos tranquilizamos porque eran hombres que le sirven a la Patria y cuidan la comunidad, eran soldados. Entre todos formamos un círculo, y en el centro se encontraba el señor Andrés, dueño de Roca Madre, al lado de él su secretaria, morena de cabellos rizados y blanca dentadura.
Ella con su cámara profesional tomaba fotos al entorno.El señor Andrés nos dio unas indicaciones, nos explicó que Roca Madre es un sitio natural, bosque seco tropical, y que por lo tanto nadie debía consumir cigarrillo o sustancias alucinógenas, “este lugar es un reto para los que tienen algún vicio” agregó el señor Andrés con su tono costeño. Nos invitó a vivir grandes experiencias y a sentir la naturaleza.Después de unos minutos Andrés termina sus indicaciones, y nos preparamos para una buena caminata.
En nuestras espaldas llevábamos morrales de 50 a 90 litros, yo iba caminando entusiasmada, pese a mi equipaje grande, observando todo lo que me rodeaba, mientras que con mi cámara roja le tomaba fotos a las aves, reptiles e insectos. Recuerdo esa tarde muy asoleada, la temperatura bastante alta, aproximadamente 37°. Gotas de sudor bajaban por mi frente, se iban deslizando suavemente por mi cuello hasta quedar impregnadas en mi cuerpo.
A medida que iba avanzando daba pasos cada vez más lentos. Sentí algo que me tallaba en la mitad del talón izquierdo, tuve que parar, bajar ese morral tan pesado y quitarme el zapato tipo Brahama, lo sacudí, y me encontré un gancho de alambre pequeño, lo tomé en mis manos y detallé, me causó mucha risa, porque me acordé que por la mañana había sacado de mi morral un par de medias para estrenar. No me percaté de quitarle dicho gancho.
Lo boté, me puse el zapato, cogí el morral y seguí caminando, iba llegando a una casa que estaba en un filo, habían unas cuantas vacas y burros, la bulla de esa casa era tremenda, ya que tenían el equipo a todo volumen, era música tradicional de esa región; el porro, ritmo pegajoso y alegre. Seguí mi trayectoria cada vez más cansada y agotada, le pregunté con un tono de voz bajo a la joven guía que nos acompañaba ¿ya vamos a llegar? Ella me respondió “¡Sí! Chica volteamos en aquella curvita y ya llegamos”.
Yo veía esa curva cerquita pero caminaba más y más, no me rendía, veía esa curva como un infierno, pasaron unos cuantos minutos, por fin se avistaba la entrada. Llegué con tantas ganas de sentarme, sin embargo me detuvieron unos compañeros que ya habían llegado antes, me dijeron “No te sientes todavía, estás un poco agitada y te hace mucho daño” Les hice caso. Me tomé un vaso de sirope, me lo bogué en segundos. Me sabía de mil maravillas, repetí un vaso más, y me fui con mi grupo de compañeras a alistar el campamento, ya era de noche, lo único que veía era la naturaleza imponente, escuchaba muchos ruidos de insectos que no pude identificar.
En la carpa dormimos Carolina, Natalia, Paola y yo, a pesar del cansancio nos pusimos a charlar, mientras disfrutamos la noche divina y luminosa, me preparé para darme una buena ducha y acostarme a descansar.Eran las 11:00 de la noche, a esa hora comimos mangos con sal, a medida que venteaba, caían más y más mangos maduros, llamados “mango de azúcar” me fui con mi compañera Luisa a recoger mangos, ya que se estaban agotando en la carpa. Me llevé un gran susto al coger un mango, ya que al lado de él había saltado algo, estaba oscuro, rápidamente encendí la linterna, para mi sorpresa era una pequeña rana, después de tanto de mango, me fui a costar con mis compañeras, dormimos bastantemente estrechas, ese día casi ni dormí del calor y de la incomodidad, con todo y eso, disfruté del viaje.
Me desperté con los sonidos de aquellos pájaros que habitan el lugar, eran alrededor de las 5:00 de la mañana, un día encantador, la aventura apenas comenzaba, tuvimos la actividad de avistamiento de aves, escalada en roca que fue una experiencia donde aprendí que en esta vida nada es imposible y que los retos son fortalezas, después realizamos medición de senderos donde podimos observar toda la flora y fauna que habita en este lugar, cuando los guías nos decía la información necesaria y las historias de cómo se formó aquel sendero ecológico, después de terminar todo el recorrido por el sendero iniciamos con la actividad de cañoning donde tuve la sensación de escalar en cascada, el agua caía rápidamente por todo mi cuerpo dejando mas una experiencia inolvidable en mi vida.
Después de terminar la actividad, seguimos con puente tibetano, fue una de las aventuras más miedosas que tuve en el parque llamado roca madre donde le hace olvidar a uno todos los problemas poniendo como su fuente principal la naturaleza…
Lina María Muñoz Meneses, Estudiante de Técnica Profesional en Procesos del Turismo Sostenible
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